jueves, 11 de abril de 2013

El Gran Caníbal

Después de Norman Bates en "Psycho", el asesino serial (ficcional) más famoso es sin duda Hannibal Lecter y, sin duda, también el más icónico. Mientras Norman ha quedado como un adolescente con excesivos e irresueltos complejos con su madre, Lecter es casi un dandy. Un integrado en la sociedad ubicado en un lugar de poder inusual (el del terapeuta) con arte, estilo y fineza. Consiguió el reconocimiento que el "American Psycho" de Brett Easton Ellis no pudo lograr, aún con toda la intención de convertirle en un modelo representativo de los yuppies de fines de los 80 y principios de los 90.
Y Hannibal Lecter al ser un icono capaz de superar a sus creadores (en cine o literatura), pudo adquirir vida propia y ahora puede tener, además, una serie.
El problema con las adaptaciones (y readaptaciones) es que algo (o mucho) se pierda en el camino. Es el temor que expresé hace unos días con respecto a la versión de "Bates Motel", que va ya por su cuarto episodio sin que se profundice en el Norman psicópata, o al menos en los rasgos que auguran el psicópata que será. A día de hoy sólo es un chico sensible y perturbado que ve y oye cosas que no están ahí. Estas características de Norman Bates basadas en el personaje de la película original de Hitchcock no son demasiado precisas ni lo hacen temible en un futuro. Sin embargo, en Lecter el personaje funciona de manera autónoma sin que haga falta contar nada. Todos sabemos quién es, qué hizo y qué es capaz de hacer. Y como la serie "Hannibal" es una precuela de "Red Dragon" (Dragón Rojo), la primera novela de Thomas Harris en la que aparece, todos sabemos dos cosas: que será atrapado y que hará cosas terribles antes de que esto suceda.
Como todavía Hannibal Lecter no es el hombre temible que todos conocemos, sino el psicoanalista respetable que aún consigue que todo el mundo se rinda ante su inteligencia y capacidades, su presencia se vuelve aún más inquietante.
El recorrido del personaje es curioso, ya que luego de su entrada triunfal con The silence of the lambs de Jonathan Demme, se expandió en secuelas pero no mejoró su perfil. Las reapariciones de Anthony Hopkins en Hannibal y en Red Dragon lo volvieron más sofisticado, pero no más interesante. Se refrenda lo que sabemos de él, pero no nos sorprende.
En Hannibal rising nos enteramos de cuál pudo ser su pasado juvenil y aunque la película no tiene una potencia considerable, sí las circunstancias que narra. Digamos que hasta cierto punto la idea del pasado de Lecter como una especie de documento sobre el origen de un (anti)héroe funciona de manera similar a la que Batman begins lo hace con Batman. Por eso si sus secuelas no son tan impactantes como su aparición en The silence of the lambs, no alcanzan entonces para explicar el desarrollo del personaje. Esto da para pensar que el personaje de Lecter se ha ido acuñando sobre todo en la iconografía popular, en la conciencia colectiva, en las grietas de la cultura y no tanto en las representaciones que se hicieron de él.
Esto podría parecer extraño, pero no lo es. La gran mayoría de los héroes y personajes perdurables que hemos ido incorporando a lo largo de la historia, lo son ante todo por efecto de la cultura popular. Porque han calado en la memoria de miles o millones y han creado su propia leyenda. Desde ese momento se vuelven autónomos. Como Los tres mosqueteros o El Conde de Montecristo o Dracula o Frankenstein. Ya no necesitan de la intervención de un autor porque la imaginación popular los coloca en el lugar adecuado, y no necesita que se expliquen mucho sus reglas para entender cómo funcionan. Ese carácter a la vez profundo y complejo, pero extremadamente sintético, es parte de la naturaleza de Lecter y es la base del funcionamiento de Hannibal, la serie de TV.
El académico Carlos Scolari refería hace poco en su libro sobre transmedia que The Simpsons se han convertido casi en un algoritmo que se puede aplicar a cualquier mundo que se quiera representar. Es algo que está en el tipo de dibujo, en el estilo, e inclusive en una cierta práctica que se ha llevado a cabo con ellos en el centro mismo de la cultura de masas. Nunca dejarán de ser The Simpsons y siempre pueden estar representando otras cosas sin perder la referencia original. Es como si ese universo paralelo de personajes amarillos fuera capaz de absorber y reproducir todo, como si existiera en realidad y tuviera una intersección con nuestro mundo real.
Lecter no funciona en el mismo nivel porque no tiene mundo "propio", pero ha llegado a un nivel de síntesis que le permite ser colocado en cualquier universo. Hasta ahora ha sido narrado dentro de los marcos de su propia historia, pero tiene la capacidad de ser exportado y hasta insertado. Quizás dentro de una generación pase con él como con las criaturas de Bram Stoker o Mary Shelley. Quizás comience a viajar en el tiempo o a enfrentarse con otros "monstruos". Las arbitrarias leyes de propiedad intelectual pueden ser el mayor corsé para desatar plenamente a Hannibal Lecter, pero hasta esas leyes tienen su punto de caducidad.
Hoy en Hannibal, la serie, podemos ser testigos de un Lecter que nos puede inquietar mucho más por lo que anida en nuestra memoria colectiva, que lo que pueda hacer cualquier actor (aún el estupendo Mads Mikkelsen) o cualquier guionista. Queda a merced del buen tino de productores y creadores que esta oportunidad no defraude. Yo por ahora, quiero más.

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