Esta parte la he contado muchas veces, pero no escrito, así que
vale la pena repetirla: INVISIBLES fue un proyecto de piloto televisivo
antes que una webserie. El formato lo encontramos cuando vimos que la
mejor manera de mantener activa y visible la historia, era a través de Internet.
Pero ese no es el archivo de hoy.
El de hoy es el de las influencias. Las visibles y
las invisibles. Hablaré de las dos, pero me interesan más -como es obvio- las
invisibles.
Y para traicionarme a mí mismo empiezo por una visible: Marathon
Man de John Schlesinger, protagonizada por Dustin Hoffman, Laurence Olivier
y Roy Scheider, sobre la novela (y guión) de William Goldman.
Encontrar esta película fue para mí la clave de lo que quería
contar en esta historia. De lo que quería que mi aventura contuviera. Porque
para concebir el guión del piloto, en sus ángulos y en su contenido, miré muchísimo
cine. Lo hice así para cada temporada. Y en esta película encontré la relación
desigual de estos dos hermanos que se quieren y se pelean. En la que el mayor
es la sombra del menor. En donde el menor, para salir de debajo de esa sombra,
tiene que enfrentarse a los enemigos de su hermano y en cierta medida "heredar"
sus conflictos.
Marathon Man contiene ese germen que a mí me sirvió de
hilo rojo para Invisibles. El hermano menor es idealista,
inexperto, inocente. Está metido en esa marca y no la puede romper. Por
cualquier lado que se quiera abordar los personajes de Invisibles, se descifran
con total sencillez a partir de esta particular relación de hermanos.
Hasta
aquí lo visible.
Detrás de bambalinas estuvo, como siempre, una serie de
cuando yo era chico. Segundo referente, pero que aportaba muchos más elementos
al conflicto entre hermanos. Speed Racer, o como yo la conocí: Meteoro.
Meteoro era un chico corredor de carreras que se
enfrenta a muchísimas aventuras. Corre en el coche de su padre, el Mark 5,
una máquina muy especial. En el mundo de las carreras hay un competidor difícil
para Meteoro: el Hombre Enmascarado, que no es otro que su propio
hermano. Éste había abandonado el equipo cuando Meteoro era aún muy pequeño
porque se peleó con su padre.
El Hombre Enmascarado es enigmático. Una X cruza
su máscara...
...Ese era para mí el referente más claro del hermano en la
sombra. Una sombra completa porque Meteoro transcurre durante la serie sin
saber quién es este Hombre Enmascarado. Y él está siempre cerca, listo para
salvar a Meteoro cuando hace falta.
Aunque el hermano de Dustin Hoffman en Marathon Man,
Roy Scheider, es un referente potentísimo y muy adulto. El Hombre
Enmascarado de Speed Racer es más claramente Germán Vargas
que nadie. La idea de que Germán Vargas sea una referencia, alguien del
que todos hablan pero a quien nadie ve, me parecía uno de los puntos más
poderosos de Invisibles. Y me lo sigue pareciendo. Ese Hombre
Enmascarado, ambiguo y fuerte que actúa como una kriptonita en la vida de
su hermano menor. Lo mismo que pasa con Daniel Vargas.
Pero en Marathon Man y Speed Racer el hermano
está relativamente visible. En Kung Fu, no.
Kwai Chang Caine busca a su hermano en EEUU. Un
sacerdote shaolin que ha cometido un crimen contra el poder en China, solo por
querer detener una injusticia. Caine se convierte en un fugitivo y
decide buscar refugio y paz en la tierra de su hermano. Así que sale a buscarlo
a lo largo y ancho del Lejano Oeste.
Esta idea del fugitivo que viaja y recorre el mundo en busca
de un hermano elusivo como el sol, servía para dar movilidad a la trama. Mientras
Daniel Vargas más busca y más cree que se acerca a Germán, ve cómo
desaparece y se aleja. Nunca está seguro de su paradero ni sus intenciones. Germán
siempre parece saber dónde está Daniel, pero Daniel no puede
hacer nada para dar con su hermano.
Kwai Chang Caine y Daniel Vargas viajan en
busca de un hermano y escapan de la muerte que los acecha. Tienen un doble
motivo para moverse. Y los guiones, y las historias, por supuesto, necesitan
movimiento.
Las historias de fugitivos tienen un encanto especial. Por
lo menos para mí lo tienen. David Vincent se enfrentaba con un mundo
incrédulo a la presencia de extraterrestres. Y los extraterrestres se ocultaban
bajo formas humanas. Podían ser cualquiera, como en Invasion of the body
snatchers. Y David Vincent iba solo por el mundo, huyendo de los
invasores, y de un mundo y un poder que no podían digerir la presencia de esta
amenaza.
Los invisibles primeros (y posteriores) son parte de esta
amenaza que rodea a Daniel Vargas, que están allí pero es imposible señalarlos
o denunciarlos. Daniel sabe que están ahí porque lo golpean, lo
persiguen, lo usan, incluso tratan de matarlo. Pero no puede hacer nada solo
para detenerlos, solo evitar que le destruyan.
El Cartel De Samarkanda es, sin duda, esa versión, mi
versión, de los invasores. Son los invisibles. Y no los únicos. Porque estos
invisibles viven en un mundo donde hay muchos otros que generan tragedias y
desgracias a la gente común, sin que estos puedan saber de dónde vienen.
Germán Vargas es uno de ellos. Y la baza para que Daniel
Vargas pueda sobrevivir y moverse en ese mundo plagado de gente con doble o
triple cara, está en que su hermano Germán es de la misma especie.
Pero yo no puedo decir que David Vincent, un fugitivo
a su manera, fuera el que patentó la marca. Estaba Richard Kimble. El
original. El que logró tener en vilo a muchísima gente en el mundo durante años.
Ese hombre culpado del asesinato de su esposa. Listo para ir a la silla eléctrica.
Todo por culpa de un hombre manco que es el otro personaje elusivo por
antonomasia.
Esa historia siempre me pareció maravillosa. Cómo siempre Kimble
parecía llegar más cerca del hombre manco y éste siempre se le escapaba de las
manos. Entretanto era perseguido por la ley y tenía que cambiar de sitio y de
nombre constantemente.
Daniel Vargas tiene tanto de Richard Kimble
como de David Vincent. De este último, las mismas iniciales, pero juro
que es pura casualidad.
El entramado de referencias y peligros; de búsquedas y de cómo
se llevan a cabo esas búsquedas; todo es parte de Invisibles. Es parte
consciente y parte inconsciente.
No pensé en todas ellas cuando escribí el guión. La punta
del iceberg para mí estaba en la relación que se establecía en Marathon Man
y que era la que me permitía armar una historia y una trama que me daba muchísimas
ganas de contar. Era una de las mejores matrices con la que podía haber
encontrado.
Pero eran estas series las que estaban en el cuño de la
matriz. Cada una intrínsecamente unida con la otra para dar Invisibles como
resultado.
24 no era algo que nosotros pudiéramos hacer. Por
muchísimas razones. Pero el ritmo y la forma en que 24 estaba contado era muy
interesante. Y a mí, lo reconozco, fue la serie que más me impactó en cuanto a
su forma de trabajar narrativamente los cliffhangers.
No creo que yo haya conseguido esos efectos, pero los tuve
en mente.
Había muchas dificultades de traducción para el género. A
primera vista, podrían ser solo de producción. De cuánto dinero podríamos tener
para hacer qué tipo de escenas y cuánto podríamos gastar en armas de fogueo y
efectos, y así. Pero eso no era lo único.
Lo principal, creo, para mí. Está en la dificultad de crear
un héroe. Crear un héroe supone no solo si se tiene o no un actor con las
condiciones físicas para luchar contra sus enemigos. Condiciones físicas y
militares, claro. Es crear un héroe verosímil y no de papel.
Para ello hacía falta que el entorno de ese héroe le pudiera
dar soporte y como en las condiciones de producción en que nos encontrábamos al
empezar, la acción era difícil de llevar a cabo, decidí centrarme más en la
intriga que en la acción. En el misterio y el engaño más que en la pelea física.
Un trabajo de trama.
Invisibles Estambul arrancaba con una historia que
podía rondar lo fantástico, y en términos de series de acción y espionaje eso
estaba mucho más referenciado en Alias. Una serie que tenía una proporción
de elementos soap opera bastante importantes, ya que tan importante como sus
historias episódicas, o su búsqueda a largo plazo de ese remedo de Leonardo Da
Vinci, que era Rambaldi, estaba el elemento familiar y romántico. El mundo de
ambigüedades en el que se movía Sidney Bristow era muy similar al de Daniel
Vargas; mucho más que al mundo realista de Jack Bauer.
Los enemigos invisibles que luego cobran más forma en el Cartel
de Samarkanda, le deben muchísimo al tipo de enemigo que se puede encontrar
en Alias.
Está claro que en ninguno de los casos la traducción de
ninguno de los referentes es literal. En los casos de las series de espionaje,
más recientes en mi vida y que han tenido menos tiempo de dejar huellas
indelebles en el inconsciente, los aportes son puntuales. Lugares en los que vi
algo interesante para emparejar la aventura de Daniel Vargas con otras
aventuras contemporáneas.
Porque como dije antes, con 24 es muy difícil,
pero con Alias es más sencillo afinar. Y luego de desaparecido Alias,
me resultó muy interesante afinar con...
...Nikita. Sobre todo con su primera temporada. Esta idea de la rogue
agent, agente rebelde que trata de tirar abajo una agencia que además de tener una agenda despreciable, oprime a su propia gente. El mundo de Division,
esa agencia supersecreta, tenía todos los elementos que el mundo de los
invisibles podía ostentar. Contactos, redes, impunidad, poder, corrupción. Y
también tenía un punto de juego.
Los elementos en los que la tecnología interviene, en que
los hackers intervienen, daban mucho con lo que trabajar. La segunda
temporada de Invisibles se escribió estudiando episodios de Nikita.
¿Qué permitía Nikita, además? Crear un cierto marco
de verosimilitud para ciertas apariciones de la tecnología como los
rastreadores/localizadores que son de muchísima utilidad para encontrar
personajes perdidos o que intentan perderse. O para encontrar objetos. A nivel
narrativo ahorran muchísimos problemas de tener que explicar o recrear
situaciones.
Conste que cuando rodamos Invisibles Buenos Aires, en
2011, los smartphones no estaban tan expandidos como lo estuvieron un año más
tarde. En 2012, para Invisibles Berlin era mucho más fácil pensar que
desde un móvil se podía organizar y buscar, aún siendo el más débil. No así en 2011
y en Buenos Aires, donde la tecnología no podía estar completamente en manos de
los personajes. Es así que Maia, en Buenos Aires, se va corriendo hasta
la casa de la hacker para rastrear a Vargas. Algo que con un smartphone
en el primer mundo resultaría mucho más fácil. En cuanto a verosimilitud, claro.
Pero creo que el impacto más fuerte de Nikita llegó con
cierto retraso recién en Invisibles Berlín: el referente estaba en que
habíamos trabajado sobre la misma base argumental.
Nikita es Peter Pan. Ella lo es. Los agentes
de División son los niños perdidos y Samantha o Percy son
el Capitán Garfio. En Invisibles Berlín, y sin buscarlo, Peter
Pan era la argamasa de la historia.
Y también pudimos entrar algo nuevo que no habíamos
conseguido cuando teníamos la atención puesta en 24, y era su mecanismo
de metamorfosis. Esto es cómo la historia va cambiando y se va abriendo y cómo
un accidente (y a veces no) rearman el sentido de la trama y van en una nueva
dirección. Esa sensación de matrioshkas que yo entendí mejor como
procedimiento narrativo, pudimos plasmarlo en Berlín. Estaba en la intención
original, pero no era sencillo que fluyera de manera constante y nos llevara a
buen puerto.
Y ahí es donde apareció la solución bajo la forma del
personaje de la Viuda Negra.
La Viuda Negra no aparece como un punto inevitable en
el camino, aparece como un desvío, se muestra de esa manera. Pero es un desvío
lógico porque profundiza el conflicto de la historia. La historia de "las
Viudas Negras" eran el camino que permitía recoger a los personajes, a
la acción, a la búsqueda de la temporada. No eran una excusa. Eran un núcleo
invisible que esperaba para dar impulso y aliento a la aventura. Así que me
aferré a ellas.
La historia de las Viudas Negras no buscaba encontrar
la verosimilitud en la realidad. No podían ser estrictamente esas mujeres que
perdieron sus maridos a manos de los rusos en Chechenia y que luego deciden
inmolarse. No podían ser eso, pero podían ser un eco. Por eso y sin darme
cuenta, el episodio de las Viudas Negras tiene mucho de otra referencia
de infancia: El agente de CIPOL. Napoleón Solo e Ilya Kuriaky.
Daniel y Moritz, Moritz y Daniel. Y el tercer
personaje femenino como punto de desequilibrio entre ambos.
No fue hasta terminar de editar ese episodio que caí en la
cuenta de dos cosas: del carácter antinaturalista de las Viudas Negras,
y de que había recreado a mi manera un episodio de El agente de CIPOL.
Creo que es fascinante que las ficciones referenciales, las
de mi infancia (ante todo) y las de este presente, dialoguen. En ese diálogo
que se ejerce en mí, aparecen los personajes, sus personalidades, los cruces.
Yo tuve la sensación de empezar a entender que luego de tres
temporadas un estilo se empezaba a afianzar y que ese estilo me gustaba. Que
estaba tratando de afinar con la ficción presente. Escucharla y mantener una
conversación con ella, no intentando contársela a otros. O recontársela.
Me gustó descubrir, también, que en la génesis de los
personajes de todas las temporadas de Invisibles estaba presente la referencia
de un autor de novelas, que me encanta, y cuyos personajes me estaban diciendo
cómo darle perfil, tono e interés a los míos. Ese autor fue Elmore Leonard.
Lo vi en su Jackie Brown, o Get Shorty, o en Out of Sight
o en lo que quieran. Ese estilo de personajes estuvo rondándome todo el tiempo.
No idénticos, pero con esa búsqueda de tener un rasgo que los defina muchísimo
y les dé carisma.
Todos los personajes de Invisibles tienen carisma. Todos
tienen algo, y eso me parece maravilloso.
Está, en parte, en la concepción de los mismos, pero también
está en que Invisibles es un proyecto orientado a los actores y cada
actor le dio también a su creación una chispa inolvidable.
Eso es parte de lo que vengo aprendiendo y aprendo. Llenándome
de influencias y diálogos. De aportes inesperados. De apariciones del azar detrás
de un telón.
Estoy convencido de que Invisibles es una gran serie
y no sólo porque yo la sepa mi creación, sino porque es un mundo vivo, con
expansión, con venas abiertas para circular por ellas, y con un trasfondo, que
son las influencias, que son el pasado.
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